2008-12-09

Pepe



Texto y foto: Rafael Castellano


Una estupidez vigente recorre el mundo desde los días de las roastories y la Generación Perdida. Lo de vivir deprisa e intensamente, morir joven y convertirse ora en un bello cadáver o un digno triciclo. Nadie lo piensa, nadie lo cree y esa frase virtual debería desaparecer de los salpicaderos.

Pepe, cuando aparece en algún evento, te derriba el alma a los pies. He escuchado por ahí que hay quien le mitifica con elogios similares a la sentencia idiota antes citada. La última obra de Pepe Rei es, creo, “El Periodista Canalla”, de Editorial Miatzen. Espero se pueda hallar en algún cajón de la Durangoko Azoka que al redactar esto agoniza. Ésa sí es una autodefinición de su existencia, ésa fue la percepción interesada de quienes contra él intentaron competir con maledicencia de golpes bajos y cabezazos en la ceja. Sólo la carretera, que no el talego, pudo con él.

Claro que vivía veloz y autoexigente. Por supuesto que solía exigir esa autoexigencia en rededor. No es, sin duda alguna, canonizable. Todo su ímpetu fue en pro de un reporterismo competitivo (pleonasmo). Quienes hayan trabajado en sus proximidades se habrán sentido en algún momento arrastrados por esa dinámica del viejoperiodismo e incluso muy cabreados con él por no poderle seguir el ritmo. Mucho más cuando pensabas que, como Ranxerox, funcionaba a base de tres o cuatro bypass (los que hicieran falta) en el esternón. Y, claro, te cortaba el rebote.

Pepe te llamaba a capítulo o te aceleraba los pulsos porque, para mayor derrame de adrenalinas varias, lo hacía en tono cariñoso y enormemente lusitano (es partidario del galego-portugués como idioma culto, es decir, lo que no habla Fraga). A este periodista total, con todos sus magníficos defectos, que no fallos a la hora de mandar a máquinas, lo ha inmovilizado la jungla de asfalto. Cada vez que rueda por nuestras inmediaciones, como esta vez ante el stand de “EGIN-10 Urte”, donde se le concedió la “Mailopeko Lamia” de Gorriti, desarma a todos cuantos asistimos a su proceso de innovaciones, telemática, cibernética en pañales, informatización de la información, pespuntes de los que tiraba merced a la infalible telaraña informativa que con paciencia de amanuense medieval (paradoja) se tejió. Es, por fortuna, un personaje contradictorio y no hay quien, al acercársele, no perciba ese brillo cómplice y enigmático de las gafas y, consecuentemente, crea en los milagros. O en los prodigios, hubiese corregido con lápiz rojo.

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